lunes, 30 de mayo de 2011

Y la princesa besó al sapo y éste, nunca se convirtió en príncipe…


La semana pasada, estuve en un encuentro internacional de narradores orales. Sí, de esos seres maravillosos que con sus historias nos devuelven a nuestra niña con sus cuentos.

 Me sentí una niña de nuevo, y me encantó.

Aprendí, muchísimo; y es que los cuentos son un reflejo de nuestro día a día, de nuestra manera de pararnos frente al mundo, de relacionarnos, de creer en nosotras mismas al ser capaces de innovar sin miedos, mientras creamos al personaje de nuestras historias. A ese personaje que tanto soñamos, que tanto buscamos, pero al que tanto tememos encontrar. A ese personaje, a esa mujer, a la que muchas veces auto saboteamos.

 Estoy convencida de que los cuentos nos enseñan y de que son muy importantes para el desarrollo de los niños, por algo en Grecia, el sistema de educación ideado por Platón  bautizó a la edad comprendida entre los 2 y 7 años, como la edad del cuento; en la que se enseñaría la parte psicológica y moral.
Y tocando el tema, con uno de los invitados internacionales, empezamos a conversar acerca de los  diversos tipos de cuentos y personajes  hasta que llegamos a los cuentos de hadas, en los que la bruja, la princesa y el príncipe, son infaltables invitados.
Y recordé esos cuentos en los que la bella (porque siempre es bella) princesa o a veces campesina, es "rescatada" por ese alto, apuesto, varonil, y hermoso ejemplar masculino representado por el príncipe azul.

¿Alguna vez  vieron una princesa que fuera fea y buena? Feas sí, pero siempre malas; o feas buenas que se convierten en bellas; pero feas, que sean buenas y permanezcan feas y para colmo, ¿Que se queden con el príncipe?  … Nunca.

Y qué pasa por la mente de una niña pequeña, que se ve en el espejo y se ve fea, porque se sabe fea, pero que no ha tenido tiempo aún de comprender que hay cosas mucho más importantes que la belleza física. Los cuentos de ahora sí abordan ese tipo de temas, pero los clásicos, no tanto; salvo “El patito feo”; pero cuando  eres niña, con quién te identificas más, ¿con una princesa hermosa o con un pato?

¿Se fijará el príncipe azul en mí?
Y obviamente, ¿Quién no ha soñado alguna vez con encontrar a ese hombre ideal que nos traslade al paraíso con sólo mirarnos?... (Palacio incluido) ¡Todo bien con eso!
Pero, empiezan los problemas. ¿Qué pasa cuando nuestro príncipe, resulta ser un sapo mal disfrazado? Y qué hacer cuando pese a eso, ya estamos enamoradas hasta el tuétano, tanto que nos volvimos ciegas y vemos sólo lo que queremos ver, y nos auto convencemos que las cosas serán como deseamos que sean; mientras en las noches, lloramos a solas, porque ante el mundo, mostramos siempre una sonrisa.
¿Alguien nos advirtió? ¿En qué cuento se dice que la princesa se queda con el sapo y es feliz con él así?
Nada. Seguimos convencidas de ser las protagonistas de ese cuento, que pese a haberse vuelto un drama terrible, tendrá, como en todo cuento,  siempre, un final feliz.
Me gustaría leer un cuento en que la fea sea siempre fea y decida que mejor sola que con el sapo que no te hace feliz, y que se sienta plena con su propia esencia, sin necesitar de nadie que le certifique cuánto vale.
Me gustaría leer un cuento en el que no se necesita al príncipe para ser aceptada y en el que no tengas que preocuparte por la edad o por el peso.
Me gustaría leer un cuento en el que sí valga a bien ser la bruja, si así lo quieres. Me gustaría leer un cuento que me enseñe que mis sueños sólo llegarán cuando yo sea esa princesa que tanto añoro ser y que por supuesto, antes; habrá muchos, muchos sapos por besar y corazones que remendar.

1 comentario:

  1. EN VERDAD, CREO Q HE BESADO A MUCHOS SAPOS.. Y SIGO HACIENDOLO.

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