jueves, 2 de junio de 2011

TIC TAC, TIC TAC… ESE RELOJ BIOLOGICO


No sé, si les ha pasado de pronto, que mientras de chiquillas ante la pregunta de si querías tener hijos, decías: “No, todavía no”; “Eso no es para mí”; o “Me gustaría, pero, algún día, aún no”; hasta que una tarde cualquiera, descubriste con sorpresa cómo instintivamente te acariciabas la panza, mientras veías un escaparate de bebés. Era el famoso reloj biológico dando la hora y restregándote en la cara –minuto a minuto- que los días y con ellos, los años, pasan y pasan para una buena maternidad.
Tremendo martirio, sobre todo, si aún sigues besando sapos; sí, ya sé, me dirán que existe la opción de la inseminación artificial o la adopción. Puntos totalmente válidos.
 Pero el tema es que nuestros óvulos tienen nuestra misma edad…
En este punto, recuerdo bien que en algunas ocasiones me habían dicho que era muy difícil que yo pudiera concebir, que necesitaría un tratamiento de fertilidad por haber esperado tanto.
Demasiado joven o demasiado vieja
En este tema, o se es demasiado joven o demasiado vieja, y me pueden decir, ¿Cuál es la edad correcta? Y, hay algo de malo en que una mujer, simplemente, ¿No quiera tener hijos? He sido testigo de esas miradas de espanto de algunos, al escuchar a alguna amiga que a ella eso no le interesa. Déjenla, la chica tiene todo el derecho.
Particularmente, a mí, me resultaba muy difícil escuchar, sin inmutarme, cuando mis amigas me preguntaban que qué estaba esperando; y que yo cuándo; que ya se me pasa el tren; etc… cuando no tenían ni idea que yo estaba haciendo todos mis esfuerzos, pero que era mi cuerpo, el que no respondía como yo lo esperaba.
Lo mismo, y aún peor, cuando algunos familiares, entre ellos, unos tíos médicos, me explicaban alarmados lo peligroso de un embarazo tardío.
Así llegó el punto en que cada vez que veía una mujer embarazada, sentía el pecho hinchado y ganas de llorar, ‘idem’ cuando pasaba frente a algún escaparate y veía cunas, ropones, fotografías de bebés; y yo acariciaba mi vientre imaginando esta bendición… (Creo que esto nos ha sucedido a muchas de nosotras).

Es de imaginar que la idea casi empezaba a obsesionarme, y a desilusionarme también, cada vez que veía que nunca pasaba nada.
-“Deja de pensar en eso y verás”,  me dijeron varias amigas.
-“Cuando yo dejé de pensar, salí embarazada”, añadían otras.
Y sí, tenía cerca varios testimonios como ese, pero cómo no pensar y ¿qué no pensar?, cuando tienes dos días de retraso (si eres exacta) y luego ves que era falsa alarma (Falsa fiesta).
Llegué casi a convencerme -aunque una parte de mí seguía optimista- que era estéril. Y así, dejé de pensar, y  decidí olvidarme del asunto.
Hasta que: Un día, dos, tres, ¡14 días de retraso!, era demasiado;  aunado a una tenue sensación denáuseas por las mañanas y alguno que otro mareo.
De hecho estaba sugestionada, no había otra razón. Pero igual empecé a tomar ácido fólico.

¿Menopausia precoz?
Así que fuimos al médico. Cuando el ginecólogo me vio me dijo que no tenía signos de embarazo, que no habían señales en mi cuerpo; pero que de todas maneras mi hiciera una prueba de HCG , que determinaría con exactitud, si estaba o no embarazada; y bueno, que si no era embarazo, necesitaría regresar para analizar el motivo de mi retraso…(¡¡¡¿¿¿Menopausia precoz???!!!)
Me hice la prueba ese mismo día; pero si bien en algún momento hubo una ligera sospecha, -tras   el diagnóstico del doctor- ya no quedaba ni rastro de ella. Estaba segura de que era una falsa alarma. Definitivamente no estaba embarazada.

“Recuerdo bien esos días de incertidumbre cuando imaginaba que posiblemente existías… Cómo explicarlo en palabras… sólo puedo decir que mientras acariciaba mi vientre plano, sentía que el amor vivía dentro de mí; como si el mismísimo amor se hubiera materializado y estuviera anidando en mi vientre; se me hinchaba el alma y las lágrimas brotaban sin control. Era un sentimiento de felicidad único y maravilloso. Tan sólo imaginar que posiblemente tú estarías ahí, vivo, formándote de mi  sangre, era lo más maravilloso que pudiera imaginar”.

Y ahora me encontraba esperando el resultado de una prueba de sangre, con la absoluta certeza de que no estabas en mí.
Siete de la noche. Tu papi y yo, entramos a la página del laboratorio. Me habían dicho que si era menor que 5, no había embarazo. Menor que  5 y… ¡Yo tenía 26,236!
“No; debe haber algún error, debemos estar leyendo mal”. El resultado correspondía a casi 6 semanas y el doctor me había descartado un embarazo.
-“Mi amor, estás embarazada -me dijo tu papi con una sonrisa que casi no cabía en su rostro- estás embarazada. Mira, no hay duda, acá lo dice, seis semanas”.
-“¿Estás seguro?, No, yo creo que nos estamos equivocando”. - Para salir de dudas, llamamos a un amigo médico, que lo confirmó.
Lo que vino después fue una fiesta de risas, carcajadas y llantos, de abrazos y besos, de miradas, de sonrisas, de suspiros. “Una fiesta de amor que celebraba el milagro de tu existencia,… mi amor chiquito”.
“Hoy tengo mi primera cita con el doctor… Tengo tantas dudas, tantos temores; no quiero que te pase nada, quiero ser la mejor mamá del mundo”.
“Necesito saber cómo cuidarme para cuidarte, qué comer, qué no hacer”.
“Le pido a Dios  me de un embarazo sano, que llegue a buen término”.
“Tus abuelos maternos (mis papás), aún no lo saben, pero hoy, después de la cita, sabrán la maravillosa noticia. Tus abuelos paternos se enteraron ayer y están muy contentos”.

El famoso reloj biológico, hizo de las suyas.
Estoy ansiosa, esperando poder verte, ya averigüé y con suerte podré ver esa pequeña mancha que conforma tu ser.
“Y, ¿Cuál es el embrión doctor?; pregunté.
-“No hay embrión”;  fue la respuesta tajante, cortante y contundente; claro, después la arregló pero ya había metido la pata. Me metí al baño y lloré…
En resumen, ese día, tras la cita médica, tus abuelos  paternos se enteraron; supieron que necesitaba una semana más, para llegar a una conclusión final que determinara que había habido algún error en esta última prueba y que sí había un embrión formándose y que por ende, serían abuelos.
Fue una semana interminable en la que buscaba desesperadamente, no pensar…
Yo te sentía, o quería sentirte…
Pasada la semana, la doctora (muy gentil ella, tal vez porque ella sí entendía el corazón de una mujer) me dijo que no había ningún embrión, pero que eso era algo muy normal, una suerte de selección natural que le sucede a muchísimas mujeres. Imagino que a alguna que me lee, le habrá sucedido lo mismo.

Lo peor
Al día siguiente fui a hacerme el legrado. Terrible, horrible; un momento que no quisiera volver a vivir. Un momento triste, muy triste; me sentía sola atravesando ese corredor lleno de puertas con globos y flores que decían: “Es una Niña” o “Es un niño”; una vez adentro, las lágrimas no dejaban de correr por mis mejillas; llena de sondas, pruebas y más pruebas, pero lo peor, vacía por dentro.
Pasado el trance y la semana de reposo, esa sensación de vacío no se iba.
Me preocupaba, ¿Era normal sentirme tan triste?
 Empecé a navegar en internet, a leer los testimonios de otras mujeres que habían pasado por lo mismo y descubrí, que esa sensación de pérdida, de duelo, era muy normal y que sólo se necesitaba darle el tiempo que necesitaba para sanar.
Y me tomé mi tiempo y decidí entonces darme mi día de llanto para luego empezar a mirar lo bueno que había salido de esto. ¿Lo Bueno? … Sí, ahora tenía la certeza de que era una mujer fértil.
Y si bien, ahora existe cierto temor a que esto vuelva a pasar, también sé, desde el fondo de mi alma, con ese sexto sentido nuestro que nunca se equivoca, que pronto una nueva vida empezará a latir y a alimentarse con mis sueños.
Mientras tanto, no desespero y comparto esta historia,  -que muchas veces estuve a punto de borrar- porque tal vez te apoye a comprender mejor qué pasa en el alma de una mujer o porque tal vez, tú estés pasando lo mismo.
Tiempo al tiempo, y lo que ha de ser, será.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Déjame tu comentario. Gracias por leerme.